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jueves, 4 de diciembre de 2014

Mis primeras experiencias en mi nueva etapa sexual (6ta Parte)


En esta entrega narraré la sexta parte de mis primeras experiencias en la nueva etapa sexual que comencé a vivir hace 8 años y que como les dije antes me transformaron en la mujer que soy hoy en día.


Toda esta parte de mi historia comenzó en la tercera entrega de mis primeras experiencias en mi nueva etapa sexual, allí les narré como habia caido en manos de un grupo de tratantes de blancas que me habían puesto a trabajar como prostituta en el Barrio Rojo de Amsterdam y como para tratar de obtener mi libertad habia accedido a cumplir con dos trabajos que me habían propuesto. En la cuarta entrega les conté mis experiencias en un prostíbulo en Amsterdan dedicado a atender gente con mucho dinero y poder, el cual fue la primera de las tareas que debía cumplir y en la quinta narración los llevé a conocer como fue mi estadía en Ciudad del Cabo donde cumplí con la segunda tarea que me habian puesto como condición los tayikos para liberarme, la cual consistió en trabajar en un prostibulo de esa ciudad manejado por un negro inmenso llamado Emmanuel, quien me humilló todo lo que pudo haciéndome vivir los niveles más bajos de la prostitución. Como les dije al final de esa quinta parte, Rashid me liberó del control de Emmanuel y tomó la decisión de dejarme en libertad.



Posteriormente me llevó al aeropuerto de Ciudad del Cabo, donde me entregó mis documentos, un pasaje hasta Venezuela haciendo  escala previa en Madrid  y  una muy buena cantidad de dinero. Aunque insistió en decirme que ellos estarían muy contentos de poder contar con una mujer como yo en su organización.



Sin embargo, como yo en ese momento solo deseaba poder regresar a Venezuela, le di las gracias y me dirigí al terminal, yo  pensaba que ya toda esta situación que había vivido por culpa de mi decisión de experimentar lo que se sentía trabajando como prostituta  había llegado a su fin. Pero como les dije anteriormente estaba muy equivocada y no sabía en ese momento que quizás la etapa más difícil estaba a punto de empezar.

Debo reconocer en primer lugar que estaba vestida como una puta, ya que esa era la ropa de que disponía. Tenía puesto un vestido con un escote realmente impresionante, por el que se asomaba el nacimiento de mis pechos de una manera sumamente tentadora y provocativa, el canal entre las tetas era perfectamente visible y los pezones se marcaban, permanentemente excitados, a través de la tela. La parte baja del vestido era tan corta que ante cualquier movimiento que hiciera se podía apreciar mi perfecto y soberbio culo, ya que por supuesto no estaba usando como era mi costumbre ningún tipo de ropa íntima. Las sandalias que calzaba era sumamente altas, me estilizaban las piernas y las hacían más sensuales y lascivas.  





Eran las 9:30 y tenía poco tiempo para coger el vuelo de las 11:00, me dirigí, de la mejor manera que pude a la línea aérea, tratando de  llamar la menor atención posible, cosa que obviamente era literalmente imposible. Todas las miradas en la terminal se centraron en mí. Sentí como docenas de ojos recorrían mi cuerpo de una forma lasciva y obscena.

Traté de no hacer caso a todo lo que ocurría a mi alrededor ya que tenía que tomar el avión hacia Madrid y escapar de toda aquella pesadilla. Entregué mi pasaje y me dirigí hacia emigración. Me encontraba en la cola cuando sentí la mirada de una pareja de policías que no cesaban ni un momento de observarme, se acercaron a toda prisa y cogiéndome cada uno de ellos por uno de mis brazos, me llevaron a una sala cerrada en la que había una mesa y dos sillas. Rápidamente uno de ellos salió mientras el otro hizo que colocar mis manos en mi espalda y me las esposó sin darme ningún tipo de explicación.

En mmuy poco tiempo irrumpieron en la sala otros dos  policías que venían acompañando al que había salido anteriormente. Uno de ellos se puso un guante de látex mientras que los otros dos me sujetaban por los hombros haciendo que me sentara encima de la mesa y obligándome a abrir las piernas, obviamente mi vestido se subio y dejo mi vagina a la vista. El del guante relamiéndose los labios contempló mi coño, e inmediatamente sin decir ni una palabra introdujo sus dedos en el mismo. Los dedos del agente comenzaron a hurgar en mi sexo sin ningún tipo de miramiento. Al poco tiempo noté que sus movimientos buscaban en realidad excitarme, y dada mi naturaleza lo estaba logrando.  Despues de un rato de estar tocándome, mi cuerpo empezo a reaccionar  y comencé a moverme en torno a los dedos que tenía introducidos en mi coño, moviendo en forma circular mis caderas, elevando el pubis y el culo de la mesa en la que estaba apoyada. Los otros policías presentes inmediatamente notaron mi reacción y se sentaron a ver lo que sucedia, dispuestos a no perderse el espectáculo que estaba dando. Al poco rato el policía que hurgaba dentro de mi sacó la mano y dijo en alta voz que había encontrada unas bolsas con droga en mi interior. Yo de inmediato dije que eso era falso, pero no me hicieron ningún caso y me llevaron a una celda que había en el sitio donde me entregaron una camisa anaranjada y me pidieron que me desnudara por completo y me la pusiese para lo cual procedieron primero a quitarme las esposas.

Tuve que desnudarme frente a ellos y  me coloqué la prenda que me habían dado.. Estos empezaron a masajearse sus vergas hasta que estas estuvieron completamente paradas. En ese momento se me ocurrió pensar que si me entregaba a esos hombres, me iban a dejar ir, luego de saciar sus instintos. Así que comencé a insinuarme en forma descarada dejándome caer al suelo y en cuclillas comencé a bajarles los pantalones y a chupar alternativamente la verga de uno y de otro, mientras sentía como el coño me palpitaba y se abría por entero por la postura adoptada. Iba de una verga a la otra, mientras ellos hacían un grupo alrededor mio.

Dos de ellos me vaciaron su semen en mi garganta incapaces de aguantar su excitación, otro de ellos se tumbó en la cama que tenía la celda y me hizo sentar encima de espaldas a él, mientras mantenía su verga erguida con una mano dirigiéndola directamente a mi agujero trasero, el cual la recibió gustosamente, cerrándose los músculos de mi cavidad anal en torno a su organo masculino para impedir que este escapara.

Comencé rápidamente un movimiento de bombeo sobre su verga, en tanto estimulaba con mis manos mis tetas y sacaba lascivamente la lengua mojándome los labios, mostrando claramente mi deseo de ser follada. Otro de ellos hizo que su compañero parara momentáneamente los movimientos de su pene a fin de que este me elevara unos centímetros sobre su verga cogiéndome por mis nalgas, logrando así que mi coño quedara de esta forma expuesto y facilmente accesible. En ese momento el policía dirigió la cabeza de su pene hacia la húmeda entrada de mí receptiva, abierta e híper lubricada vagina, penetrándome sin encontrar ninguna resistencia.

Me encontraba repleta de vergas en ese momento y los dos hombres comenzaron un sincronizado movimiento de entrada y salida de sus vergas en mis agujeros. Yo sentía cómo ambos penes me follaban alternándose en sus embestidas, casi rozándose entre ellos y tan sólo levemente separados por una pequeña y fina tira de tejido.  



Mis orgasmos comenzaron a sucederse uno detrás de otro, mis gritos y alaridos de placer inundaban toda la estancia. El que me follaba el coño se corrió rápidamente vertiéndome toda su leche dentro y procedió luego a sacar su verga de mi interior. De inmediato  mi agujero acogió una nueva verga de otro de los agentes. El policía que me estaba cogiendo por el culo, aprovechó de comenzar a retorcer y pellizcar mis pezones, haciéndome gritar.  Lo que aprovechó otro de ellos para ocupar el agujero que aún tenía libre, metiéndome sin contemplación alguna su miembro en mi boca y empujándomelo lo más adentro que pudo en mi garganta.
                 

Así, cada uno de ellos, se fueron turnando y ocupando alternativamente cada uno de mis ansiosos y anhelantes agujeros. Hasta que, en una ocasión, dos de ellos comenzaron a follarme el coño, casi por accidente, metiendo a la vez sus vergas en mi vagina. Ello supuso que todos quisieran probar la experiencia y  comenzaron a follarme no solo la vagina sino también mi ano usando dos de sus vergas al unisono.




Además decidieron que cuando iban a correrse se hacían señas y se turnaban entre ellos para intentar, en la mayoría de las ocasiones depositar su carga seminal dentro de mi vagina. Esta comenzó a rebosar esperma, incapaz de mantener en su interior más cantidad de leche. Eran las 12:30 cuando todos ellos comenzaron a subirse los pantalones.

Había perdido el vuelo a España. Me llevaron a una sala contigua, mal iluminada y desprovista de mueble alguno y en donde las paredes estaban cubiertas por pequeños mosaicos blancos. Alrededor de la sala circulaba un angosto sumidero en el que alternativamente se apreciaban charcos de agua. Al llegar allí me desnudaron y me dejaron sola en ese lugar al menos durante dos horas. Aún en aquellas dos horas, seguía teniendo pequeños orgasmos con tan sólo recordar lo que me habían hecho. De mi coño se escapaban restos de las corridas que habían depositado dentro del mismo, junto con mis propios flujos. Sentía cómo mi culo palpitaba en incontrolados espasmos de placer.

Me llevé una de mis manos al esfínter anal y pude comprobar cómo mi culo mantenía una apreciable dilatación, listo y preparado ante cualquier acto sexual que se requiriera hacer. Sin voluntad alguna y únicamente pensando en la satisfacción sexual que aún seguía embargándome, mis agujeros habían quedado preparados para ser utilizados sexualmente. Sin duda ellos pedían ser usados muchas  veces para poder ser colmados en su lascivia. Notaba cómo mis pezones estaban excitados y cómo estos habían superado su volumen normal, se encontraban inflamados y estaban tan duros que competían en consistencia y dureza con la superficie que les tocaba y el leve roce del duro y fresco suelo era ya una tortura de éxtasis para estos exacerbando aún más mis ansias por ser follada y saciada sexualmente.

Al cabo de dos horas, otros dos agentes, distintos a los otros cuatro que me habían estado follando, entraron donde me tenían encerrada. Uno de ellos que parecía ser el jefe me dijo - “Sabemos que estuviste trabajando como puta en la organización que maneja Emmanuel para los europeos. Deseamos que nos sirva de testigo para poder desarticular esa red de tratantes de mujeres. Si aceptas hacerlo te dejaremos libre y te protegeremos. Sino la vas a pasar muy mal. La recepción que tuviste al principio será un paseo respecto a lo que vas a pasar. Te vamos a dejar un rato a solas para que lo pienses” – Yo les dije –“Pero si yo solo fui una víctima, me llevaron engañada a Amsterdam, donde me pusieron a trabajar en las vitrinas y en las calles del barrio Rojo, luego me trasladaron a un prostíbulo sumamente lujoso en esa misma ciudad y finalmente me enviaron a uno de esos miserables antros que maneja Emmanuel, quien además me hizo trabajar como puta en el puerto y en Tanzania” – A lo que el policía sumamente entusiasmado respondió – “Precisamente, tu conoces mucho de esa malévola organización que tiene tentáculos a nivel internacional. Eres sin duda la testigo ideal para que nos ayudes a desarticular esa poderosa red de traficantes de mujeres y de drogas” – Me di cuenta de inmediato de que había hablado demasiado y les pedí que me dejaran pensarlo.

Yo estaba aterrada sabía que si traicionaba a los tayikos, ellos tomarían venganza contra mi familia tal como me lo habían advertido. Así que no sabía que hacer. Esta situación era sumamente complicada, pero pensé equivocadamente que después de todo, estas personas eran policías y al final no podían hacerme mayor daño. Así que en cuanto regresaron los dos policías y me preguntaron cuál era mi decisión. Les respondí sin titubear que yo no estaba dispuesta a servir de testigo, que yo era una ciudadana extranjera, que tenía mis derechos los cuales ellos debían respetar.

Uno de ellos, el que parecía ser el jefe, me dijo – “Tú no eres más que una puta y aquí no tienes ningún derecho. Ya verás cómo vas a cambiar de opinión. Te vamos a tratar como lo que eres”. Sin mediar ni uno palabra más comenzaron a follarme los dos a la vez. Cuando terminaron, entró otro agente, y luego otro y por último una pareja más. A todos ellos me entregué y puedo decir que me los follé, pues era yo la que en la mayoría de las ocasiones me movía y me metía sus vergas allí donde me lo pidiera el cuerpo y mis necesidades. Después de esto y como a los tres cuartos de hora de la última follada, entraron dos negros gordos, vestidos con unos pantalones marrones y unas camisas de manga corta de color verde hospital. Estos sin decir absolutamente nada, comenzaron a bajarse los pantalones. Yo me  Imaginé que estos nuevos personajes querían también follarme, por lo que me abrí de piernas en el suelo ofreciéndome sensualmente a ellos. Para mi sorpresa, ambos comenzaron a orinarse encima mío, apuntando lo mejor que podían sus chorros de orina en dirección a mi coño, mis tetas y mi rostro. Ser sometida a esta situación era de verdad muy humillante y depravada para cualquier persona, pero lo peor fue que aún así, yo estaba tan excitada que mi reacción fue ofrecerme a ellos, abriéndome los labios de la vagina con ambas manos, ofreciendoles mi dilatado culo e incluso ofreciéndoles la boca. Al ellos darse cuenta de mi reacción, dirigieron de inmediato sus chorros de orina hacia mis receptivos agujeros, llenándolos hasta tal punto que la orina comenzó a derramarse de estos, cuando estuvieron completamente llenos.

Yo sentía que esa mujer no podía ser yo, definitivamente era imposible que hace unos años, incluso unos meses antes yo me prestase a algo así. Sin embargo algo había cambiado en mi interior haciendome que fuera capaz de llegar a esos niveles de depravación y la única explicación posible  era que todos esos sucesos que había tenido que vivir desde que acepté trabajar como prostituta en Amsterdan me habían transformado en una mujer mucho más avida de sexo y sin principios de lo que era anteriormente, ya que mi comportamiento en ese momento iba aún mucha más allá de cualquier cosa que yo hubiese pensado que era capaz de hacer por sexo.

Despues de orinarme por completo varias veces, los hombres se marcharon diciéndome cualquier tipo de obscenidades que pueden ustedes imaginarse. Pasaron cerca de 3 horas, durante las cuales estuve dormida la mayor parte del tiempo, estaba desnuda, acostada en el piso en el centro de la sala. Me despertó el ruido de la puerta metálica y  pude ver que un agente me traía una bandeja con comida y bebida. Era un negro enorme, con la tez muy morena. Cogí la bandeja rápidamente y me dirigí gateando con la bandeja y el agua a un rincón.

Mientras devoraba la comida, el policía se reía y paseaba observándome y diciéndome obscenidades. El hombre seguía hablando sin parar dirigiéndose a mí mientras yo trataba con las manos de comer tan rápido como podía el arroz blanco que me había traído.   

El hombre subió de tono, enfadado ante la ignorancia que yo demostraba hacia su persona, le dio una patada a la bandeja lanzando y esparciendo la comida hacia uno de los rincónes opuestos de la sala. Me cogió del pelo y con muy malos modos me obligó haciéndome daño a lamerle sus botas, mientras no paraba de reírse. Luego se marchó dejándome nuevamente sola. 

Un poco más tarde, aparecieron dos agentes con una pastilla de jabón, la cual arrojaron al centro de la sala y acto seguido, uno de ellos tomó una manguera de presión y  comenzó a lanzarme potentes chorros de agua. Comencé a querer frotarme con la pastilla de jabón para poder quitarme el orine que tenía sobre mi cuerpo, pero no la podía alcanzar porque la fuerza del agua me impedía llegar a ella. Entre gritos y risas depravadas de los policías ante mi insistencia por querer alcanzar y usar la pastilla de jabón, se apiadaron un poco y bajaron la potencia del agua que manaba de la manguera y pude comenzar a frotarme y lavarme mientras ellos daban vueltas alrededor de la sala observando cómo me aseaba.

El agente que no tenía la manguera me agarró por detrás del cuello y retorciéndome ligeramente un brazo me obligó a sentarme en el suelo. Sentí cómo mis nalgas resbalaban sutilmente cuando entraron en contacto con la superficie jabonosa, al tiempo que el portador de la manguera me daba pequeños golpes en los tobillos para que abriera las piernas. Al hacerlo, mi vagina abierta y roja aún por la cantidad de penetraciones a las que había sido sometida, quedó expuesta. Desde la misma se precipitaban jabonosas gotas de agua que se deslizaban por la apertura de mi culo hasta caer en el suelo en el charco de agua sobre el cual estaba sentada. Uno de los hombres se puso a mi lado, señalándome la pastilla de jabón y mi expuesto coño. Supuse que lo que pretendía era que me lavara mi coño a conciencia y comencé a pasarme la pastilla jabonosa por toda la superficie de mi vulva. Lo cual comenzo nuevamente a  excitarme de forma que los labios que la envolvían parcialmente reaccionaron separándose y mostrando claramente mi agujero vaginal. En ese momento me dejé llevar nuevamente por mi minada personalidad, convirtiéndome en una puta libidinosa habida de sexo. Me olvidé por completo de la presencia de los dos hombres y pronto dos de mis dedos desaparecieron en las profundidades de mi coño, iniciando una masturbación que fue acompañada de ligeros pellizcos de mi otra mano sobre el inflamado y erecto clítoris que, irremediable, había abandonado casi permanentemente su capuchón protector.

Mi lubricación natural estaba acompañada por la cuantiosa y tupida espuma que la pastilla de jabón y mis rítmicos frotamientos estaban produciendo, lo cual  hacía que mis dedos se deslizaran suaves y maleables sobre las elásticas paredes de mi canal vaginal.

Yo estaba con los ojos cerrados, centrada y completamente ensimismada en la masturbación que me estaba propinando, cuando sentí una extraña penetración de un objeto duro en mi coño, este lo invadía y avanzaba en forma inexorable hacia mi más profundo interior. Abrí los ojos y levanté levemente la cabeza para contemplar, con cierto pánico pero a la vez excitada como una perra, cómo los policías habían apagado el flujo de agua de la manguera para meterme por completo la boquilla metálica, colocada en su extremo, en mi vagina e iniciar un salvaje movimiento de bombeo sobre mi expuesto sexo. La lanceta de la manguera que entraba y salía de mi coño, lejos de producirme dolor, me producía un gran placer y comencé a mover el culo y las caderas facilitando la follada que con el alargado objeto me estaban dando los agentes y justo cuando inicie una nueva secuencia de encadenados y frenéticos orgasmos, volvieron a activar el flujo de agua sometiéndome de esta forma a un salvaje y bestial lavado vaginal mientras yo continuaba en el paroxismo del placer. 

No contentos solo con ello, hicieron lo mismo con mi  agujero posterior haciéndome alcanzar una nueva oleada de orgasmos que me dejaron completamente agotada sobre el mojado suelo. En ese momento se marcharon.

Habrían pasado algunas horas cuando uno de los negros gordos de la camisa verde volvió a entrar en la habitación. Yo me encontraba en un rincón de la sala y este se acercó a mi, cogiéndome del brazo, me hizo poner de nuevo la camisa anaranjada, me esposó y me llevó a una  sala. Me quedé helada cuando al entrar, vi que habían 16 hombres distribuidos a lo largo de las cuatro paredes de la misma. En el centro de la habitación había una mesa con unas sillas. El hombre que me había hecho originalmente la solicitud de que sirviera de testigo se dirigió de nueva a mi, pero esta vez no lo hizo en ingles, sino en un limitado y rústico español,  informándome que me dejarían libre, sin ningún tipo de cargos, si colaboraba y hacía lo que ellos me pidieran. En aquellos momentos no me quedaba duda alguna que si no accedía a lo que querían, todos estos hombres presentes en la sala pretendían follarme. Sin embargo ante el temor que tenía ante las posibles represalias que pudiesen tomar los Tayicos, respondí nuevamente que no estaba dispuesta a ser testigo y que debían respetar mis derechos.

Me quedé impresionada cuando la puerta de la sala fue abierta por un agente portando una voluminosa cámara de vídeo, por lo que comprendí que grabarían todas y cada una de las folladas que me proporcionarían los depravados agentes de la autoridad pública que se encontraban presentes en esa sala. No sabía que uso darían al material grabado pero suponía que sin duda tratarían de sacar algún provecho económico del mismo.

Sentía cómo mi cuerpo comenzaba a reaccionar ante lo que debía realizar  y cómo al entender que tenía que entregarme a ese grupo de hombres de inmediato en lugar de sentir temor, me vi avanzando hacia ellos, tomando la iniciativa de  decirles  que me tocaran las tetas y no solo eso, sino que me dirigí a ellos, me levanté la camisa con mis manos esposadas a mi espalda mostrándoles mi culo sin ningún tipo de pudor y les dije - "Los voy a coger a todos como nunca antes puta alguna lo haya hecho" - Los 16 hombres se quedaron sorprendidos con mi descaro, pero no tardaron en reaccionar y comenzaron a desnudarse y a masajear  sus vergas ante la contemplación de mi cuerpo. Un cuerpo de mujer en celo, sexualmente excitado y dispuesto a satisfacerlos a todos.





Me coloqué en el centro de la sala, miré a todos por turnos deteniéndome unos breves instantes en el rostro de cada uno de ellos y en cada una de las vergas que iba a dejar totalmente secas y exhaustas. Mientras hacía eso, noté como de inmediato, mi ser volvía una vez más a desear disfrutar del sexo y como mi coño latía de excitación contenida destilando continuas y abundantes cantidades de secreciones. Me llevé la mano a la vagina y noté cómo mis labios se encontraban abiertos y resbalosos por la constante humedad proveniente de mi interior. Dirigí luego mis dedos hacia mi clítoris y sentí que estaba duro e inflamado. Sin duda me encontraba completamente excitada  y  con tan sólo el mínimo roce de mi dedo medio sobre la expuesta superficie de mi clítoris se desencadenaban pequeños e involuntarios movimientos de mis paredes vaginales en una búsqueda por sentir un falo en su interior.

Mi culo pedía también ser colmado, saciado, follado hasta reventar. Lo notaba expectante, preparado y ansioso por albergar en sus entrañas las vergas que me eran mostradas.

Mis pezones se encontraban completamente rígidos y duros. Sabía que estos se encontraban en un grado de excitación tal que parecía como que hubieran alcanzado el doble de su tamaño normal.

Todos los poros de mi piel percibían el más mínimo estímulo, el más mínimo roce, la más leve caricia. Mi respiración se aceleraba cada segundo, haciendo que mis pechos se elevaran provocativos y sugerentes.

Me encontraba totalmente trastornada sexualmente, hasta el punto que para nada me importaban las consecuencias que pudiera tener el entregarme a todos esos hombres. Sin duda en ese momento tan sólo vivía por y para el sexo. Era una adicta sexual,  una perfecta esclava no de un único amo sino del sexo como tal y poco me importaba con quién iba a satisfacer mi apremiante necesidad de  placer. Y fue ese sentimiento de que poco me importaba que me liberaran o no y que lo único que me importaba verdaderamente era follar  hasta reventarles sus vergas, lo que me motivo a que me dirigiera de nuevo a los guardias y les pidiera que  hicieran conmigo lo que les viniera en gana.

Algunos de ellos se masturbaban. Otros sonreían, seguros de sí mismos, de su poderío y de su potencia sexual, convencidos de que sus rígidas y férreas vergas me someterían y acabarían por hacer que les suplicase que me dejaran descansar, incapaz de poder dar satisfacción a su varonil resistencia.

Mi cuerpo era objeto de libidinosas y lascivas miradas por parte de los guardias, mientras yo pasaba por delante cada uno de ellos, acompañada siempre a menos de un metro del guardia que portaba la cámara, el cual  permanecía completamente vestido y apertrechado, con la porra, la canana de balas, el revólver y las esposas. 

En ese momento se me acercaron dos de ellos que también aún estaban vestidos y uno sacó su porra y comenzó a acariciar con la misma la entrada de mi agujero anal. Yo estaba tan excitada que le pedí que me la metiera por mi culo para mostrarles lo flexible que era mi agujero. Este no se hizo rogar, su compañero me abrio las nalgas y él me metio su porra por mi agujero trasero y comenzo a follarme con la misma.



Me la metió casi toda y comenzo a acariciarme mi coño con su otra mano haciendome alcanzar un orgasmo gigantesco. En ese momento me quitaron la camisa dejándome completamente desnuda, me  subieron sobre la mesa y el hombre siguió follándome con su porra hasta hacerme acabar de nuevo. Obviamente mi agujero trasero estaba completamente dilatado. El hombre se sacó su verga, retiró la porra y sin perder más tiempo me penetró con su pene por mi agujero trasero y comenzó a follarme cada vez con mayor fuerza hasta hacerme acabar de nuevo. Me dejó acostada sobre la mesa y sacó su verga de mi culo. Me quitó las esposas.



Al sentirme libre de las esposas, me bajé de la mesa y me concentré en ver al resto de guardias, los cuales ya se habían desnudado, pero permanecían sin moverse en las paredes del cuarto. Comencé a recorrer la habiración acercándome a cada uno de ellos. Le propinaba a uno un beso lleno de deseo, a otro un breve masajeo en su inflamada verga, a un tercero le daba a probar mis pezones. Al resto de  los guardias les dediqué pequeños y ligeros toques en sus penes, en sus pechos y en sus peludos culos. Mi excitación y las ganas de ellos de follarme iban subiendo de tono cada segundo, ya que su deseo se incrementaba por la estimulación que provocaba en cada uno de ellos las caricias que les iba propinando. De esta forma, llegué al último de los dieciséis comenzando una nueva ronda desde el número uno. Decidí que en esta nueva ronda incrementaría el grado de dedicación sobre cada uno de ellos. Con esto en mente, masajeándome las tetas y poniendo cara de puta, me dirigí de nuevo hacia el primero. Comencé a besarle como si me fuera la vida en el empeño para, acto seguido, ponerme de rodillas para comenzar a hacerle una de mis experimentadas mamadas. Cogí su pene con una de mis manos levantando este hacia arriba para  facilitar el acceso a sus testículos que, enormes y peludos, le colgaban y comencé a chuparselos y lamerselos. Pasaba la lengua por cada uno de ellos al tiempo que masajeaba la verga que se me ofrecía, me metía uno de ellos completamente en la boca para, acto seguido y sin dilación alguna, tragarme por entero su miembro. Comencé a follar al policia oralmente, metiéndome su instrumento hasta las mismísimas amígdalas para sacármela por entero de nuevo a excepción de su cabeza a la que dedicaba un par de segundos de intensa y concentrada succión para inmediatamente después volvérmela a  llevar hasta el interior de mi garganta, mientras le acariciaba la bolsa que contenían sus huevos repletos de leche. Repetí la misma operación ocho o nueve veces más antes de sacármela para poder admirar la verga completamente bañada en mi saliva y lamer como una perra todo el tronco de su verga. Después, me concentré  en su glande, succionándolo, besándolo y lamiendo con la punta de mi lengua el frenillo y el ojo del glande para poco después volvérme a comer su pene en toda su totalidad, iniciando de nuevo el ciclo de la mamada. Notaba cómo al estar en cuclillas me palpitaba el coño y cómo éste destilaba sus fluidos a lo largo de todas las paredes de la vagina hasta acumularse en rutilantes gotitas en la entrada de mi cavidad de placer. En tres o cuatro minutos más, noté cómo comenzaba a contraer los músculos perineales, símbolo inequívoco de la inminente corrida, la cual ocurrió breves minutos después.

Mientras dos de los policias habian retirado la mesa y las sillas y habían traido una cama que colocaron en el centro del cuarto, yo continuaba con las felaciones sobre cada uno de los restantes agentes que quedaban, comiéndoles las vergas de dos en dos e incluso de tres en tres a veces.



Pasé más de una hora mamando los penes de los guardias, haciéndoles perder la compostura y logrando que se corrieran sin remedio con y en mi glotona e insaciable boca. Disfrutaba lamiendo y mamando sus duros y rígidos miembros, me entretenía y recreaba en sus colgantes y repletos testículos, sintiéndome dichosa ante cada una de las potentes y vigorosas descargas que me brindaban sobre mis  pechos, mi cara y dentro de mi boca. Me sentía realizada  ante cada una de las corridas que aquellos hombres me proporcionaban en el interior de mi garganta. Por cada instante que pasaba, por cada segundo vivido en aquella situación, me iba sintiendo muy puta. Y ello me gustaba, me encantaba y me satisfacía. 

Me sentía como una  ninfómana, una desvergonzada e insolente mujer en una búsqueda casi constante del placer y la lujuria. Sin duda lo vivido últimamente, desde que caí en manos de los tayikos, me habían convertido en una depravada, perfecta y viciosa puta o siempre lo había sido y me habían hecho entender y aceptar mi verdadera naturaleza. 

En aquellos momentos la puta necesitaba llenar urgentemente sus agujeros. De esta forma y en aquel estado de excitación me fijé en la cama que habían colocado en la sala, cogí a uno de los hombres de la mano, lo llevé hasta la misma y lo obligué a tumbarse sobre ella. Luego me monté sobre él y me clavé toda su virilidad en mi necesitado y hasta entonces vacío coño. Mis movimientos eran frenéticos y exacerbados. Me clavaba toda su virilidad en mi ansiosa cuca para sacármela casi totalmente, para que, un segundo después, dejarme caer de nuevo a lo largo de su maravilloso tronco. Mis pechos saltaban hacia arriba y hacia abajo en una comparsa perfecta de mis delirantes vaivenes. Alternaba las penetraciones de la verga con rápidos y vigorosos movimientos circulares de mis caderas cuando sentía toda esa maravilla en el interior de mi vagina, que lo atrapaba, al tiempo que me pellizcaba mis enardecidos e inflamados pezones y masajeaba vigorosamente mis tetas. 

Sentí cómo de repente el guardia tensaba su cuerpo y con fuerza me cogía con ambas manos por las caderas – “Nooo” – Dije presionando mi pubis fuertemente sobre su erecto pene, echándome al mismo tiempo, sobre su peludo y sudoroso pecho desnudo – “Nooo, nooo te corras aún, espera por favor,  ¿Puedes esperar no?” - Dije mientras me dirigía a otro de los hombres que estaba cerca de mi en ese momento y le pedía - "Tu, ven aquí y cógeme por el culo”. 

El policía a quien le estaba ofreciendo mi agujero trasero, no tardo en reaccionar y con un rápido movimiento clavó su tiesa verga en mi culo, comenzando una rápida y vertiginosa cadencia en sus metidas y sacadas. Yo sentía cómo las dos inflamadas vergas casi se tocaban y acariciaban una con otra en un sincronizado movimiento de bombeo dentro de mi, al cabo de unos 20 minutos sentí cómo el que me follaba el coño se contorsionaba y lanzaba una potente descarga de leche en el interior de mi vagina. Este me sacó su pene y se paró. Rápidamente su posición fue ocupada por otro guardia que, ávido y paciente, aguardaba su turno para follarme. De esta forma y cambiando de poses y posturas, fueron todos y cada uno de ellos ocupando los agujeros que quedaban disponibles y que más les complacían, en un claro disfrute y goce de mi, a quien tenían a su entera disposición. Mis orgasmos se sucedían uno detrás de otro, en rápidas e intensas oleadas de éxtasis sexual.



Pasaron varias horas hasta que todos ellos, y por dos veces al menos cada uno, vaciaron su semen en el agujero que les viniera en gana. Me hicieron dobles penetraciones, dobles penetraciones anales y dobles penetraciones vaginales. La mayoría acompañadas de felaciones sencillas y dobles. 

En aquel momento me  sentía que estaba completamente llena de semen, no solo dentro de mis agujeros, incluyendo mi boca, sino también tenía una gran cantidad de semen, el cual se resecaba y extendía a lo largo de mi boca, de mi cuello, de mis pechos, de mis caderas. Por otra parte de mi coño y de mi culo salían blanquecinos chorros de esperma. Sentía mi boca llena de leche y había tragado una gran cantidad.- “¿Les ha gustado cómo los he follado?” –Dije, recogiendo un poco de esperma alojado en el ombligo y llevándomelo a la boca mientras añadia – “Qué rico !!!!!”- “Sí creo que les ha gustado, pero aún quiero más. Quiero seguir follando" - No tuve que insistir, ya que  los hombres  siguieron cogiéndome sin parar, hasta que quedaron todos completamente agotados.







Dos de ellos, los mismos que anteriormente se habían también encargado de mi limpieza, me volvieron a llevar a la sala de duchas, donde me sometieron a una nueva limpieza. Una vez más sentí como usaban la lanceta de la manguera para follarme la vagina y el culo, aunque esta vez, fui yo misma la que movía la misma en mi interior, para asombro y deleite de los dos guardias que me observaban. 

Como estaban desnudos, noté como sus vergas fueron ganando fuerza y dureza al ver cómo yo misma disfrutaba de la rigidez del pico de bronce de la manguera y justo cuando iba a comerles las vergas, entró uno de los negros gordos en la habitación, esta vez  acompañado de otro guardia, portando una bandeja con comida. Pollo, patatas fritas, ensalada y una botella de medio litro de vino.  

Me di cuenta en aquel momento que apenas había comido y comencé a devorar lo que me habían traído con hambre atrasada, quedándome completamente dormida después de comer. 

No sé cuántas horas habían transcurrido, cuando regresaron los guardias que me habían bañado, estaban vestidos esta vez. Me indicaron que les acompañara. Les seguí hasta la habitación donde el grupo de guardias me habían estado follando anteriormente. Esta vez, la sala se encontraba vacía y habían colocado de nuevo la cama en el centro de la misma. De improviso, la puerta se abrió  y entró de nuevo el policía que me había solicitado que colaborara con ellos, seguido de  un grupo numeroso de  guardias. A la mayor parte de ellos los conocía, otros seis o siete,  eran desconocidos aún para mí. Todos y cada uno de ellos iban tomando posiciones alrededor de la sala, al tiempo que sonreían maliciosamente y se tocaban por encima de los pantalones sus vergas. Sin duda venían dispuestos a volver a follarme y además más guardias habían acudido a la cita con la puta, o sea, conmigo. 

“Tú quieres seguir cogiendo con nosotros o prefieres colaborar” – Dijo el policía que servía de portavoz – Les respondí – “Yo no voy a servir de testigo, lo único que quiero es regresar a mi país”- A lo que el policía respondió -  “Entonces, vamos pues a llenarte otra vez de leche, puta” – “Que esperan, comiencen a  follarme” – Dije completamente salida y resuelta en mi decisión y añadi – “Fóllenme cómo y cuanto quieran, yo estoy dispuesta a ello”. 

Inmediatamente y sin pensarlo me tumbé en la cama y alcé las rodillas hacia mis tetas dejando franca, libre y receptiva la entrada a mi vagina y a mi agujero trasero.  Los guardias uno a uno fueron follándome una vez más por el agujero que más les gustaba,  pero curiosamente esta vez ninguno de ellos se corrió dentro de mi, sino que lo hacían en el interior de un enorme botellón, al cual habían colocado un gran embudo. 

Me di cuenta de que en la sala iban entrando y saliendo hombres nuevos, diferentes a los guardias, y noté que había un policía colocado  en la entrada de la puerta, el cual iba cobrando dinero a cada uno de los nuevos recién llegados. Yo veía cómo entraban hombres viejos, jóvenes altos, delgados, que previamente después de  follarme por el agujero que querían se corrían igualmente en el interior del botellón.   

Más de 30 hombres diferentes a los guardias me follaron en esa oportunidad, algunos de ellos lo hicieron no una sino varias veces, al cabo de un tiempo, el cual no podría definir cuánto, y tras haber experimentado decenas de orgasmos, noté que el botellón estaba prácticamente lleno. Mi coño y mi ano  eran unos insaciables e incontrolables canales de placer y lujuria y al margen de mostrarse más que colmados y satisfechos me pedían más y más de lo que aquellos hombres me estaban dando. Mi culo estaba completamente dilatado y mis tetas doloridas de tanto ser sobadas y mordidas, pero a pesar de todo, yo continuaba deseando más y más. De verdad había caido muy bajo, estaba clara en que sin duda cuando me excito mi apetito sexual es totalmente insaciable y actuo como una una completa aberrada.  

Cuando todos los hombres estuvieron saciados, el policía me dijo - “Puta,  toda esa leche  es para ti” – Dió instrucciones a dos de los policías que allí se encontraban de que me cogieran de los brazos y me colocasen sobre el piso manteniéndome inmovilizada.  Otros cuatro hombres me cogieron de las piernas, alzándomelas y abriéndomelas completamente, mientras otro de los policías  me abrió con ambas manos el coño separando desmesuradamente los labios de mi vulva, al tiempo que otro de ellos me introducía la cánula de un embudo en mi abierto coño. Finalmente entre dos policías levantaron el botellón y lo inclinaron de forma que se fuera vertiendo en mi interior a través del embudo las corridas de todos los hombres que me habían cogido, que estaban acumuladas en la botella, mientras el del embudo metía y sacaba la cánula para facilitar la entrada de la lechosa y gruesa sustancia en la que se había convertido las eyaculaciones de todos los hombres. 

A pesar de la repulsión que me daba lo que me estaban haciendo, mi coño reaccionaba, de forma involuntaria, amoldándose, presionando y ajustándose como un perfecto guante a la ancha boca del embudo que lo penetraba. Las paredes de la vagina comenzaron, por su propia iniciativa, los movimientos característicos y ya conocidos por mí, de masajear de forma involuntaria la supuesta verga que albergaba. Mis pezones, plenamente excitados, coronaban los movimientos que mis caderas imprimían al ir acompañando a los movimientos que el guardia que manipulaba el embudo le estaba imprimiendo. Mi libido comenzó a reaccionar con frenéticos y salvajes orgasmos encadenados, mientras que de los bordes de mi vulva rebosaban los restos de esperma que mi vagina era incapaz de contener en su interior por la gran cantidad de líquido vertido. Cuando vieron que no podía aceptar mas cantidad de semen en mi coño, me pusieron en cuatro patas y me introdujeron la canula en mi orificio trasero y procedieron a descargar el semen que aún quedaba en el botellón en el interior de mis intestinos hasta también llenarlo por completo. El resto que quedófinalmente en la vasija me lo hicieron tragar hasta la última gota. Uno de los policias riendose dijo - "Si quedas en estado no habra manera de que sepas quien te preñó". 

Esta experiencia la repitieron durante varios días. Mientras en la noche me metían en una celda donde me amarraban colgada del techo durante toda la noche después de que previamente me azotaban. Perdí la cuenta del número de días que me tuvieron encerrada. Pero finalmente se convencieron de que no iba a colaborar. Cuando esto ocurrió, el policía que había estado tratando de hacerme ceder en mi posición de no querer servir de testigo, me dijo – “Ya veo que es inútil tratar de convencerte. Creo que te vas a arrepentir de tu decisión”.

Me dieron el mismo vestido con el que había llegado y me llevaron ante un tribunal, donde un fiscal me acusó de ejercer públicamente la prostitución y traficar con drogas. Obviamente al juez no le quedó ninguna duda de mi culpabilidad, ya que el fiscal le mostró muchisimo material gráfico donde estaba follando con una gran cantidad de hombres diferentes, además le presentaron al juez fotos donde constaba que  una importante cantidad de droga había sido encontrada escondida en mi valija de viaje, lo cual además fue convalidado mediante declaraciones juradas de los agentes que supuestamente habían conseguido la droga.  Para colmo me presentaron ante el juez,  vestida como una puta, para que mi imagen hablara por si sola. Ante toda esta evidencia y por ser extranjera, el juez decidió condenarme a 10 años de prisión, sin derecho a que se me redujera la pena en ningón caso. El juez me entregó a la policía de emigración para que ellos se ocuparan de realizar todos los trámites y trasladarme al sitio en que iba a purgar mi condena. 

El policía que había planeado todo esto por mi negativa a servir de testigo, me dijo – “No sabes lo que te espera, ya has sido condenada por prostitución y tráfico de drogas, por lo que ningún gobierno se inmiscuirá en tratar de saber de ti y nosotros nos encargaremos de hacerte desaparecer,  nuestras prisiones tienen un nivel de hacinamiento tan alto que pasaras a ser una estadística más de nuestro sistema de prisiones. En primer lugar estoy pensando meterte por varias semanas en una carcel de hombres para que abusen de ti de todas las maneras posibles. 

Luego voy a ganar dinero contigo, por lo que el resto de esa sentencia  en realidad la vas a cumplir en un sitio muy especial cerca de Gaborone, que es la capital de Botsuana. Allí existen unas granjas  dedicadas a la formación de esclavas sexuales para ser destinadas luego a la prostitución en varias ciudades africanas, estas granjas están ubicadas  en el valle entre los montes Kgale y Oodi, en la zona suroriental de Botsuana, a unos 15 kilómetros de la frontera con Sudáfrica. Allí te vamos a llevar y te vamos a vender al dueño de una de estas granjas, obviamante al que más dinero ofrezca por ti, más nadie volverá a oír de ti y terminaras tus días como prostituta, probablemente en un sitio aún más miserable que los que maneja Emmanuel.”. 

Yo estaba completamente aterrada, eso era justamente lo que había tratado de evitar desde el principio. Le dije llorando que él no podía hacer eso conmigo, que todo ese juicio era una falsedad. Se rio y me dijo – “Te di tu oportunidad, la despreciaste y ahora vas a pagar por eso. Tu a partir de este momento dejaste de existir. Además es evidente que tu solo te sientes feliz cuando estas teniendo sexo, sin duda en esos momentos es cuando tu mente y tu cuerpo se comprometen y se focalizan totalmente en tus acciones, así que en realidad te estoy haciendo un favor al permitir que te dediques a lo que realmente deseas: ejercer la prostitución”.

Me llevaron a la prisión de mujeres, donde me tomaron toda la información como si me fuera a quedar allí, luego me sacaron por una puerta lateral, hizo que me desnudara por completo y me montó sobre la caja de un todoterreno, en una  jaula metálica al sol. El se subió al vehículo junto con otros dos policías y me dijo - "Tu a partir de este momento dejaste de existir” - Y así nos dirigimos a mi nuevo destino: La Prisión de Pollsmoor